Un día de marzo de cuya fecha no puedo acordarme llegó la confirmación de que el asunto coronavirus había llegado para quedarse, y pronto tuvimos que activar la alerta y actualizarnos con las tecnologías. Toda apuntaba a que íbamos a vivir nuestra primera experiencia en la enseñanza online. Nada mejor que la necesidad para un aprendizaje efectivo. Y así fue. El equipo se reunió para investigar todos los tejemanejes necesarios para llevar a cabo la operación. "Probando probando, me oís?" . Ataviad@s con nuestros flamantes auriculares a estrenar hicimos numerosas pruebas de vídeo, sonido y conectividad. Todo controlado. Desde la administración también hacía falta ponerse las pilas, adaptarse a una nueva metodología, y a una atención constante a la gestión de llamadas de alumn@s que necesitarían asistencia o explicaciones para trabajar con el nuevo sistema. Estuvimos bien previst@s, ágiles, a sabiendas de la importancia de la adaptabilidad. En la primera semana de encierro las clases presenciales ya lograron ser relevadas por las clases online. Oficialmente nos sentíamos youtubers. Algunas nos hicimos con pizarritas, tizas o tableta gráfica para optimizar el universo de las clases online. Y fueron muchas las sorpresas positivas.
Esta experiencia nos mostró que es posible la enseñanza de una actividad práctica a través de la red y que además se podían lograr grandes resultados. Hablemos de los contras, también de los pros. Problemas de conexión, sonidos peculiares, extraños, divertidos, inesperados, imprudentes. En cierto sentido y a pesar de la frialdad del hecho de hablar tras una pantalla, las clases online también tienen puntos de calidez humana. En cada pantallita se vislumbran pequeños rincones de los hogares de alumn@s y profesores. A menudo se escuchaban pasitos, maullidos o gruñidos de mascotas que muchas veces eran presentadas en la sociedad online. Las clases online ofrecen la oportunidad de conocer un poco más el ambiente de profesor@ y alumn@.
Hemos impartido clases a alumn@s que disfrutaban dibujando en su terraza o en su jardín, en la habitación donde crecieron, en la casa de vacaciones. También hemos podidos conocer a algun@s familiares o asistir a clases online de ajedrez simultáneas. Así, como suena. En la misma habitación dos hermanas atendían a sus correspondientes clases online: una de ellas asistía en red a su clase de arte, la otra, a sus clases de ajedrez. Entre el sonido del arrastre del carboncillo en el papel se percibía un hilillo de voz que pronunciaba "alfil B5", o "caballo C3". Tenía su punto.

En la pantalla se muestran los rostros de tod@s con un simple golpe de vista. Se diluyen los planos. Ya no hay alumn@s en la fila delantera alumnos en la fila de atrás. Tampoco hay problemas de visión/distancia para los más miopes y tenemos los rostros de los alumn@s y profesora siempre de frente, a nuestro alcance. Teníamos también la ventaja de compartir la pantalla entre todo el grupo y la posibilidad de dibujar y corregir en el propio monitor, a la vista de toda la clase. A veces también caía algún chiste que otro. De forma milagrosa también se respetaban los turnos a la hora de preguntar o comentar cualquier cuestión. Será que están acostumbrados al universo de los tutoriales de youtube.
El avance de las tecnologías se traduce también en una evolución en la enseñanza y en la aparición de nuevos métodos accesibles para quienes no disponen de tiempo para desplazamientos o para quienes prefieren o necesitan trabajar desde su casa. En definitiva, desde mi perspectiva las clases online son un gran y cómodo recurso y amplían las posibilidades de llegar a un público muy variado, muy lejano físicamente pero muy cercano en el interés por aprender.
Lucía Ares,
profesora en la Escuela de arte iONA
Fuente imagen:
https://www.magisnet.com/2020/08/como-prepararnos-en-casa-si-vuelven-las-clases-online/
Comments